Breve guía sobre la preparación a la consagración total

 


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Esta preparación consiste en un recorrido de cuarenta días de oración, el cual está dividido en cuatro partes.

Partimos del Calvario, a los pies de la Cruz. Ahí Jesús me da a María por Madre y yo la acojo como algo propio (cf. Jn 19, 25-27). María, por su parte, me cubre con su manto y me acoge como hijo. Así que espiritualmente me adentro en su seno materno. Ella se va a encargar de gestarme hasta el momento del parto, que es la Consagración. Y, a partir de ahí, me irá educando a lo largo de toda mi existencia. Jamás seré huérfano.

Así pues, engendrado en su vientre en virtud de la Sangre de Jesús y del Agua de Su costado―cuya mezcla es mi líquido amniótico―comienzo la primera parte. En esta primera parte, María me hace un recorrido de seis días por las llagas de Jesús para profundizar en Su Amor y redescubrir cuán amado soy.

Una vez imbuido en Su Amor, comienzo la segunda parte. Del Calvario nos dirigimos al Cenáculo. Allí Ella hace memoria de los episodios de su vida y durante veinte días recorremos los misterios del Santo Rosario. Esta segunda parte se trata de un Cenáculo de Pentecostés, es decir, ahí nos preparamos para la llegada del Espíritu Santo, cuyos dones vamos a ir recibiendo a lo largo de la tercera parte.

En esta tercera parte, durante siete días se nos irá derramando el Espíritu Santo, alcanzando el culmen de efusión en el día del Nacimiento-Consagración. Y así, llenos del Espíritu y nacidos en María, comenzamos la cuarta parte.

Esta cuarta parte es vital y nadie debe saltársela. Es nuestro deber y salvación dar gracias siempre y en todo lugar al Señor, más aún cuando hemos recibido un don tan grande. Por eso, si eludimos este recorrido, invalidamos la Consagración. Y es que consagrarse no es recitar una mera fórmula, sino poner por obra lo que nos enseña nuestra Madre. Y nosotros, como hijos obedientes y a imitación de María, debemos manifestar el Espíritu de agradecimiento que Ella manifestó cuando entonó el Magníficat.

En cuanto al día del Nacimiento-Consagración en María, tenemos que escoger una fiesta mariana (por ejemplo, el ocho de diciembre, día de la Inmaculada Concepción). A partir de esa fecha―y sin contar ese día―contamos hacia atrás treinta y tres días, que corresponden a las tres primeras partes de preparación. Por ejemplo, si el día del Nacimiento-Consagración va a ser el ocho de diciembre, tenemos que adentrarnos espiritualmente en el seno de María y empezar la preparación el cinco de noviembre (es decir, treinta y tres días antes al ocho de diciembre). Y así, una vez nacidos en María, comenzamos la acción de gracias.

Por último, conviene añadir que es importante hacer la meditación correspondiente a cada día y no acumularlas de un día para otro. Cada día tiene su propia meditación y es necesario que me centre en ella (sin hacer de más, ni de menos). Justo la respectiva; a cada día le basta su afán (cf. Mt 6, 34).
Quien no encuentra tiempo para orar, no vive según María. Por eso, antes de comenzar la andadura, sería bueno que le pidiera ayuda a nuestra Madre para que me dé la gracia de la oración y pueda perseverar hasta el final.