Meditación 10: La Presentación del Niño Jesús en el Templo


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En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

. Escucha, Israel:

«He escuchado tu oración y he elegido este lugar como templo para los sacrificios. Cuando cierre el cielo y no llueva, cuando mande a la langosta que devore la tierra, cuando envíe la peste contra mi pueblo, si mi pueblo, sobre el que es invocado mi Nombre, se humilla, ora, me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. Mantendré mis ojos abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar. He elegido y santificado este templo para que mi Nombre esté en él eternamente. Mis ojos y mi corazón estarán en él todos los días» (2 Cro, 12-16).

. Mensaje de María «Reina de la Paz» en Medjugorje

“Queridos hijos, Dios desea haceros santos, y por eso os invita a través de mí al abandono total. ¡Que la Santa Misa sea para vosotros la vida! Daos cuenta de que la Iglesia es la Casa de Dios, el lugar donde os reúno y deseo mostraros el camino que conduce a Dios. ¡Venid y orad! No estéis mirando a los otros y criticándolos. Que vuestras vidas sean, en cambio, un testimonio en el camino de la santidad. Las iglesias son dignas de respeto y consagradas porque Dios―que se hizo hombre―vive en ellas día y noche. Por lo tanto, hijos míos, creed y orad para que el Padre os acreciente la fe, y luego pedid lo que necesitéis. Estoy con vosotros y me regocijo por vuestras conversiones. Os protejo con mi manto materno. Gracias por haber respondido a mi llamada” (25 de abril de 1988).

. Meditación

María y José, para cumplir la ley de Moisés―en la que todo varón primogénito debe ser consagrado al Señor (cf. Ex 13 y Lev 12)―, han llevado a Jesús al templo de Jerusalén y han ofrecido un par de tórtolas o pichones como holocausto y sacrificio. Lo que no saben es que Dios―en ese mismo instante―, en lugar de las tórtolas o pichones, toma a Jesús mismo como auténtico Holocausto y Sacrificio para salvación del mundo. El Divino Niño dice a Dios Padre en Su Espíritu: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo;  no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo—pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí—para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad» (Heb 10, 5-7).
 Así pues, acaba de ser presentada la Víctima sacrificial (cf. 1 Jn 2, 2 y Ef 5, 2), el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (cf. Jn 1, 29). Y como en Él reside toda la plenitud (cf. Col 1,9), la Víctima también es Sacerdote (cf. Heb 5, 1-10 y Heb 7, 18-28), Altar (cf. Heb 13, 10), y Templo (cf. Jn 2, 19-21 y Heb 9, 11).

Todo ello lo puedo vivir en la Santa Misa.
En el momento de las ofrendas, ahí están María y José, presentando a su Hijo junto a un par de tórtolas o pichones. Jesús se ofrece como Víctima, y Dios―en lugar de las aves―lo toma a Él. Ahí estamos también mis hermanos en la fe y yo, presentando nuestras vidas y “el par de tórtolas”―o sea, el pan y el vino―, que luego, en la Consagración, se transformarán en Cuerpo y Sangre de Jesús―pues Dios ha escogido a Su Hijo como auténtico Holocausto y Sacrificio―.  Pero previamente a ese intercambio, cantaremos el “Santo” para anunciar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén―la iglesia―. Una vez anunciada Su entrada, se hará efectivo el intercambio de las ofrendas en la Última Cena―la Consagración―y, a partir de ahí, nos adentraremos de inmediato en Su Pasión, Muerte y Resurrección.

¡En cada Santa Misa se renueva todo! Es un Don que no debería despreciar, más bien al contrario: eso debería ser el centro de mi vida (¡y mi vida misma!), pues ahí Jesús se está entregando por mí. Sin embargo, me doy cuenta de lo poco que lo valoramos. La Misa se ha convertido, para muchos, en una costumbre o en un acto meramente social; y las iglesias, en lugar de ser espacio de oración y adoración, han pasado a ser un lugar de encuentro social bajo pretexto de fraternidad y amor al hermano. «¡Y qué amor―pienso yo―si lo que abundan son los cotilleos, la murmuración, las conversaciones vanas, etc!» Se ha perdido la auténtica esencia del templo, que es el culto a Dios y no a la criatura. Y claro que tengo que compartir con el hermano el gozo de la Eucaristía y de Jesús Resucitado, ¡eso también es fundamental! Pero todo tiene su momento, su lugar y sus formas. En el templo, por ser un lugar Sagrado―donde Jesús vive día y noche en el Sagrario, y muere y resucita por mí en el Altar―debo propiciar un clima de oración y auténtica fraternidad. ¿Por qué temer al silencio que une?  

Madre, enséñame a valorar la Santa Misa, a vivirla con fe y a respetar el templo. Enséñame a ser agradecido con el Señor y a adorar en comunión. Haz que mi vida y mi fortaleza sea la Eucaristía, para así poder llevar al mundo el Amor de Jesús. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

. Oración

Rezar un misterio del rosario (un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).


 . Texto complementario: ¿Es necesaria la distinción entre el Cuerpo y la Sangre de Cristo?


La Oveja Guerrera
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