Meditación 6: Llaga del hombro


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En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

. Escucha, Israel:

«En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado (...) Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura. Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor.  Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios, y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos» (Hb 12,1-4; 12-15).

. Mensaje de María «Reina de la Paz» en Medjugorje

“Vosotros, los feligreses, tenéis una cruz grande y pesada. Pero no tengáis miedo de llevarla. Mi Hijo está con vosotros y Él os ayudará. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” (5 de abril de 1985, Viernes Santo).

. Meditación

San Bernardo de Claraval le preguntó a nuestro Salvador cuál fue Su dolor en la Pasión más desconocido por los hombres. Jesús le respondió: «Tenía una llaga profundísima en el hombro sobre el cual cargué mi pesada Cruz; esa llaga era la más dolorosa de todas. Los hombres no la conocen. Honrad, pues, esta llaga y haré todo lo que por ella pidáis...»

Imagino a Jesús herido de pies a cabeza tras la flagelación, temblando por la abundante pérdida de sangre, pero decidido a abrazar la Cruz y emprender el camino de la Vía Dolorosa.
Pesa tanto Su Cruz, que―después de un rato caminando―le flaquean las rodillas y cae. Está completamente exhausto. Alrededor, todo son burlas e insultos. Él, sin embargo, tiene una mirada de amor para cada uno de sus verdugos y pide al Padre por su perdón y conversión
Tienen que echar mano de un tal Simón de Cirene para que le ayude a llevar la carga. A pesar de eso, se le hunde la Cruz en el hombro y lo va desgarrando, dejando el hueso al descubierto. Es como si cuchillos afilados le estuvieran rebanando la carne continuamente. Todo esto por amor a mí. Él ha decidido cargar con mis pecados, cueste lo que cueste. Bastaría una petición a Su Padre para que lo librara de esa afrenta y martirio y dejar de padecer. Sin embargo, lo afronta todo con paciencia y mansedumbre. Está dispuesto a llegar hasta el final. No es el orgullo el que lo mueve, sino el Amor.

No es Su condición divina la que le da fuerzas de continuar, pues, compadecido por mí, se ha despojado de su rango y quiere sufrir como un humano cualquiera (cfr. Flp 2, 6-7)Lo que le sostiene es algo que yo también tengo al alcance: la oración continua, el ofrecimiento de los sufrimientos con amor y algunas personas que Dios ha puesto en el camino; todo forma una inyección de fortaleza, donde lo único esencial es la relación con el Padre y la confianza en Él. Un ejemplo de ello es el gran número de humanos que también han sobrellevado con paz y entereza el martirio. Esta fortaleza es accesible a todos, pues Él ha abierto el camino y nos sostiene. A través de Su Palabra, Jesús mismo me dice: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11, 28-30). María me dice también lo mismo.

Y es que a veces siento que desfallezco y todo se me hace cuesta arriba. Es como si pretendiera cargar yo mismo con mis problemas, buscando siempre soluciones humanas y a mi modo, poniendo toda mi atención en aquello que me preocupa. De ahí no salgo. Eso se convierte en el centro de mi vida; el lugar que debería ocupar Dios, lo ocupamos mi problema y yo. Pero debo grabarme a fuego que no estoy solo y que, para gozar de Su ayuda, tengo que cederle Su puesto para que tome el mando de todo. Tan solo necesito apartar todo lo que me estorba (entre otras cosas: la angustia, la continua rumia del problema, etc) poner los ojos fijos en Jesús y actuar a Su manera: oración continua, ofrecimiento, Amor. Él se encargará del resto.

Madre, en honor a la llaga del hombro izquierdo de tu Hijo, ayúdame a salir de mí mismo. Hazme humilde para aceptar con agrado la ayuda de Jesús y de la gente que Él pone en mi camino; asimismo, conviérteme en “Cireneo” para otros necesitados. Enséñame a renunciar a todo aquello que no me conduce a Dios y muéstrame cómo vivir con esperanza y confianza. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

. Oración

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame,
y mándame ir a Ti,
para que con tus santos te alabe,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Padrenuestro, Avemaría, Gloria)


La Oveja Guerrera
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