Meditación 8: La Visitación de la Virgen a Santa Isabel


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En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

. Escucha, Israel:

«Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 14-16).

. Mensaje de María «Reina de la Paz» en Medjugorje

“Queridos hijos, vosotros― a quienes mi Hijo ama―; vosotros― a los que yo amo inmensamente con amor maternal― no permitáis que el egoísmo y el amor propio reinen en el mundo; no permitáis que el amor y la bondad estén ocultos. Vosotros, que sois amados y que habéis conocido el amor de mi Hijo, recordad que ser amados significa amar. Hijos míos, tened fe. Cuando tenéis fe, sois felices y difundís la paz; vuestra alma exulta de alegría. En esa alma está mi Hijo. Cuando os dais por la fe, cuando os dais por amor, cuando hacéis el bien a vuestro prójimo, mi Hijo sonríe en vuestra alma. Apóstoles de mi amor, yo me dirijo a vosotros como Madre, os reúno en torno a mí y deseo conduciros por el camino del amor y de la fe, por el camino que conduce a la Luz del mundo. Por causa del amor y de la fe estoy aquí; porque deseo con mi bendición maternal daros esperanza y fuerza en vuestro camino. Porque el camino que conduce a mi Hijo no es fácil: está lleno de renuncias, de entrega, de sacrificio, de perdón y de mucho, mucho amor. Pero ese camino conduce a la paz y a la alegría. Hijos míos, no creáis en las falsas voces que os hablan de cosas falsas y de una falsa luz. Vosotros, hijos míos, volved a la Sagrada Escritura. Con inmenso amor os miro y por gracia de Dios me manifiesto a vosotros. Hijos míos, venid conmigo, que vuestra alma exulte de alegría. ¡Os doy las gracias! ” (2 de febrero de 2018).

. Meditación

Me viene a la mente una cita de la carta de San Pablo a los Romanos: «Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los endebles y no buscar la satisfacción propia. Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo en lo bueno y para edificación suya. Tampoco Cristo buscó su propio agrado, sino que, como está escrito: Los ultrajes de los que te ultrajaban cayeron sobre mí» (Rom 15, 1-3). Y es que, en algunas cosas, Dios me hace sobresalir del resto. A mí, que soy débil, me hace fuerte en determinadas áreas de mi vida. Me da ciertos talentos que muchos de mi entorno no tienen; no para que me vanaglorie ni para mi propio disfrute, sino para edificación del resto. No es algo mío por derecho ni que me pueda guardar para mí, debo compartirlo con los demás. Y así como otros recibirán por mí, yo también recibiré por otros. No debo envidiar a nadie por tener ciertos dones que yo no poseo, pues―así como Dios pensó mis dones para disfrute de los demás― los talentos del prójimo están ideados para mi disfrute. Dios quiere regalárseme por medio del otro. 

Estas diferencias entre unos y otros, nos alientan y conducen a la magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación, al enrequecimiento... (CEC 1937)”. También nos llevan a la humildad, en el sentido de que nos hace necesitar unos de otros y nos mueve a ponernos no a nuestro propio servicio, sino al del prójimo. Por eso, no se trata de competir para ver quién es mejor, ni de codiciar los bienes ajenos, sino de descubrir el amor de Dios en ellos. Que, a través de los talentos del hermano, yo vea cuánto me ama Dios; y que, a través de los talentos que se me han dado, el hermano vea cuánto le ama el Señor.

Me fijo en María: la fe y el amor la hacen salir de sí misma. Cuando Jesús se forma en su seno por medio del Espíritu Santo, lo recibe Todo. ¡Cuál no será su gozo! Podría quedarse tranquila en su casa, reposando, disfrutando de la presencia del Salvador en su propia carne. ¿Qué más puede pedir? Sin embargo, sabe que su prima Isabel ha concebido un hijo en su vejez y que está en un estado avanzado de embarazo. Así pues, consciente de que ese Don no es para sí misma, renuncia al placer de la comodidad y se va al encuentro de su pariente. Sabe que debe iluminar a Isabel con el amor del Señor. Embarazada, emprende una larga caminata de entre cien y ciento cincuenta kilómetros por caminos empinados y pedregosos. Y no solo eso, sino que―una vez en su destino―se queda junto a ella unos tres meses para servirla hasta que Isabel da a luz. Luego, reemprende el camino de vuelta a casa. ¡Cuánto amor y sacrificio!

Por la Misericordia de Dios, se me han dado multitud de dones que debo hacer fructificar para Su gloria y por el bien del mundo entero. Entre todos ellos, está a mi alcance el Don de los dones: Jesús Sacramentado, la Luz del mundo. En la Eucaristía, yo también recibo Todo como María. Por eso, no debería acudir a la Santa Misa como una mera costumbre; como un acto social; únicamente para recibir consuelo; o para pedir solo por lo que me inquieta. Más aún: no debería salir de la Eucaristía y vivir para mí mismo, como si nada hubiera ocurrido. ¡Jesús está dentro de mí! Si recibo la Luz, si Él me hace luz, debo ser portador de esa Luz; no puedo ocultarla.
María, después de agradecer y de asimilar por unos días lo que acababa de acontecer, salió con prontitud para servir a su prima, recorriendo kilómetros y kilómetros . ¿Cuánto tardo yo en recorrer la escasa distancia que me separa del hermano? Qué diferente soy a María: ¡cuántas veces busco todo tipo de excusas para no implicarme demasiado en aquello que altera mi comodidad!

Madre, arranca mi corazón de piedra y cámbialo por un Corazón de carne. Así como fuiste a servir a tu prima Isabel, ven de prisa hacia mí y mi familia y muéstranos la Luz. Aumenta nuestra fe y caridad: enséñanos a valorar la Eucaristía y ayúdanos a profundizar en este misterioso y maravilloso Don; que seamos verdaderamente conscientes de Su Presencia y seamos auténticos testimonio de ello. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

. Oración

Rezar un misterio del rosario (un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).