Meditación 13: Las bodas de Caná


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En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

. Escucha, Israel:

«A los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora» (Jn 2, 1-10).

. Mensaje de María «Reina de la Paz» en Medjugorje

“Queridos hijos, cuando venís a mí, como a una madre, con un corazón puro y abierto, sabed que os escucho, os aliento, os consuelo y, sobre todo, intercedo por vosotros ante mi Hijo. Sé que deseáis tener una fe fuerte y manifestarla de la manera correcta. Lo que mi Hijo os pide es una fe sincera, fuerte y profunda; en consecuencia, de cualquier manera que la manifestéis es válida. La fe es un secreto maravilloso que se guarda en el corazón. Ella se halla entre el Padre Celestial y todos sus hijos, se reconoce por los frutos y por el amor que se tiene hacia todas las criaturas de Dios. Apóstoles de mi amor, hijos míos, confiad en mi Hijo. Ayudad a todos mis hijos a que conozcan Su amor. Vosotros sois mi esperanza, vosotros que intentáis amar sinceramente a mi Hijo. En el nombre del amor, por vuestra salvación, según la voluntad del Padre Celestial y por mi Hijo, estoy aquí entre vosotros. Apóstoles de mi amor, que vuestros corazones, con la oración y el sacrificio, sean iluminados por el amor y la luz de mi Hijo. Que esa luz y ese amor iluminen a todos los que encontréis, y los haga regresar a Mi Hijo. Yo estoy con vosotros. De manera especial, estoy con vuestros pastores. Los ilumino y los animo con mi amor maternal para que, con sus manos bendecidas por mi Hijo, bendigan al mundo entero. ¡Os doy las gracias!” (2 de diciembre de 2018).

. Meditación

De María aprendo la importancia de la oración, de la fe y de la perseverancia. Frente a la respuesta de Jesús―que aparentemente parece una negativa―, María podría haber callado y dejar las cosas tal cual. Sin embargo, al ser mujer de oración ―y, a causa de ello, estar en sintonía con su Hijo―ve más allá de la simple apariencia e intuye que Él anhela atender esa petición. Por eso, Ella insiste y actúa como si ya le hubiera sido concedido, diciendo a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». Esta actitud me remite a esta exhortación de Jesús: «Por eso os digo: todo cuánto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis (Mc 11, 24)».

«Haced lo que Él os diga».
Con qué fe y aplomo habrá dicho María esta frase para que los sirvientes se dejen llevar por la propuesta de una invitada―a pesar de haber escuchado la aparente negativa que esta invitada ha recibido de Jesús―. Me sorprende aún más que, tras escuchar las indicaciones de Jesús, estos sirvientes no se echen atrás y continúen adelante. Jesús―que para ellos es otro invitado más―les pide que llenen seis tinajas de agua, ¡cada una de unos cien litros! No estamos hablando de poca cosa. Lo que tienen que hacer requiere mucho esfuerzo, tiempo y trabajo, y la acción en sí parece algo ridícula y sin sentido: «¿para qué llenarlas de agua, si lo que se necesita es vino?» Aunque se tratara de llenar únicamente una tinaja y con veinte litros―en lugar de seis y con un total de seiscientos―, una petición así es totalmente desconcertante. Y es que, de momento, nunca han visto a Jesús haciendo portentos. Sin embargo, los sirvientes obedecen de inmediato. Ni siquiera dudan. Lo más normal habría sido que, extrañados por esta extravagancia, se lo hubieran tomado a broma. O que, con dudas―pero por consideración a estos amables invitados―fueran a consultar previamente con los novios o con el mayordomo: «Disculpen, es que se ha terminado el vino y hay unos invitados que dicen que―para reponer el vino―tenemos que llenar las tinajas de agua, ¿qué debemos hacer?». Y me imagino a los novios o al mayordomo riéndose de la aparente ingenuidad de los sirvientes. Pero no ocurre nada de eso. Los sirvientes quedan tocados por la fe y el amor de María. La ven tan segura y confiada en Jesús que, aunque lo que les pide Jesús parece un disparate, no entra la duda en ellos y se ponen en marcha. Esto me hace pensar en lo fundamental que es tener una fe fuerte. Si uno tiene una fe fuerte, puede―entre otros múltiples beneficios―dar frutos de conversión en aquellos otros que no conocen a Dios o que están alejados de Él.

Por otro lado, de María también aprendo humildad: «Haced lo que Él os diga».
Ella siempre me va a remitir a Él. No se queda nada para ella, no busca su propia gloria, no quiere protagonismos. Sabe que Jesús lo es todo. Ella se considera nada. Sabe que es Jesús Quien obra los milagros. Sabe que la obediencia a Dios es el auténtico camino. Por ello, descubro que es en el marianismo donde se vive en plenitud el cristocentrismo. Ambos están estrechamente vinculados. Tal es así, que no se puede concebir una cosa sin la otra. ¿Por qué dudar de ponerme en manos de quien se declara esclava del Señor ( cf. Lc 1, 38) y vive como tal?

Debo acudir a Ella con total confianza y poner mi vida en sus manos de Madre, sabiendo que siempre va a estar pendiente de mis necesidades, pidiendo el Vino para mí; Vino que―entre otros motivos―gracias a su intercesión no me será negado. Ahora comprendo que consagrarme a María para llegar a Jesús es el camino más seguro y fructífero.

Madre, dame una fe fuerte como la tuya; una fe que toque y mueva corazones. Dame también la sensibilidad necesaria para descubrir y atender las necesidades de mi prójimo. Que no falte nunca el Vino en mi vida. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

. Oración

Rezar un misterio del rosario (un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).



La Oveja Guerrera
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