Meditación 16: La institución de la Eucaristía
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En el
Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Escucha, Israel:
«Este es
el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Disputaban los judíos
entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe
mi sangre habita en mí y yo en él» (Jn 6, 50-56).
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Mensaje de María «Reina de la Paz» en Medjugorje
“Queridos
hijos, ¡grande es el amor de mi Hijo! Si conocierais la grandeza de su amor, no
dejaríais de adorarlo y agradecerle. Él está siempre vivo con vosotros en la
Eucaristía, porque la Eucaristía es su Corazón. La Eucaristía es el corazón de
la fe.
Él nunca
os ha abandonado: aun cuando habéis procurado alejaros de Él, Él de vosotros no
se ha alejado. Por eso mi Corazón materno se siente feliz cuando ve que, llenos
de amor, regresáis a Él; cuando veo que acudís a Él por el camino de la
reconciliación, del amor y de la esperanza.
Mi
Corazón materno sabe que, cuando vosotros emprendéis el camino de la fe, sois
brotes, capullos, pero, con la oración y el ayuno, seréis frutos, mis flores,
los apóstoles de mi amor. Seréis portadores de luz e iluminareis, con amor y
sabiduría, a todos alrededor vuestro.
Hijos
míos, como Madre os pido: orad, reflexionad, contemplad. Todo lo hermoso,
doloroso, alegre, santo, que os ocurre, os hace crecer espiritualmente; hace
que en vosotros crezca mi Hijo. Hijos míos, abandonaos en Él, creedle a Él,
confiad en Su amor; que sea Él quien os guíe. Que la Eucaristía sea el lugar
donde alimentéis vuestras almas, y luego difundid el amor y la verdad, y
testimoniad a mi Hijo. ¡Os doy las gracias! (2 agosto 2019).”
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Meditación
«Antes
de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de
este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo» (Jn 13, 1).
Y ahí está, sentado entre los
Apóstoles, más preocupado de amar y hacer feliz a Sus amigos que de rumiar sus
propios problemas,
saliendo―como siempre―de Sí mismo. Así que, con el Corazón inflamado por cada
uno de ellos, les dice: «Ardientemente he
deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer» (Lc 22, 15).
La ilusión de la entrega y de la
comunión con Sus amigos presentes y futuros está por encima de cualquier miedo
o tristeza. Ahí va
a celebrar Sus nupcias con la humanidad; a hacer factible la unión entre Dios y
los hombres. Él en los hombres y los hombres en Él; así como los esposos pero
en un grado aún más pleno y puro. Y lo va a hacer instituyendo la Eucaristía;
transformando el pan y el vino en Su Cuerpo y Su Sangre. Amando hasta el
extremo.
La Eucaristía es la culminación
del Amor. Es
Cruz diaria; renovación permanente de Su Sacrificio; fusión de Su Pasión,
Muerte y Resurrección. A pesar de ser un único Sacrificio hecho de una vez para siempre, al tratarse de una renovación permanente, es como si de alguna manera muriera una y otra vez. Aquí es cuando puedo preguntarle: «Señor, ¿cuántas veces debo MORIR por los demás? ¿Hasta siete veces?»,
y Él me dirá con Su ejemplo: «No te digo
hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». Con esta muerte y resurrección renovadas a diario, no solo me muestra Su Amor incondicional, sino que me enseña a morir cada día y a cada
instante a mí mismo, a crucificar mis intereses por el bien del otro, a darme
hasta el extremo, a soportar las ofensas, a levantarme de mis caídas y
resucitar a una nueva vida de Amor, etc.
Ahí,
en Su Corazón hecho pan, se recogen todos los sufrimientos habidos y por haber a causa de esa
entrega total. ¿No es eso acaso la culminación del Amor? Es hora de hacer un repaso a esa entrega absoluta:
Indefensión
Si ya es
admirable que todo un Dios viniera al mundo como un niño, haciéndose a Sí mismo
frágil e indefenso, mayor admiración debería causarme Jesús Eucaristía. Y es que Jesús Niño contaba con el cuidado
y protección de la Santísima Virgen María y del justo San José... Pero ahora se
encuentra bajo el cuidado de pecadores en potencia; porque eso es lo que
somos cada uno de nosotros. Y ahí está, totalmente indefenso por amor, expuesto
a indiferencias, irreverencias, profanaciones... ¡Cuántos sacrilegios se han
hecho con Él! Algunos lo roban para misas negras, otros lo usan para
“pisotearlo” y ofender los sentimientos religiosos, otros lo comulgan en pecado mortal, otros con total indiferencia
(quizá lo otro no sea tan habitual, ¡pero esto
último es constante!). Sin embargo, Él sigue ahí, “no le importa”. No es
que le dé lo mismo, porque sufre muchísimo. Lo que pasa es que “hace la vista
gorda”, pues se compadece de mí; sabe que Él es la Fuente, que solo de Él mana
Vida, y prefiere exponerse a todo tipo de desprecios, humillaciones y
sufrimientos, antes que abandonarme a mi suerte. Aunque hubiera peligro de
profanación, Él prefiere no ser retirado de las iglesias y quedarse junto a mí.
Lo que quiere es mi defensa hacia Él, mi protección, que dé mi vida si es
necesario por defenderlo, que vele por Él y no lo deje solo... pero jamás ser
retirado. Si eso quisiera, Él mismo desaparecería por su propio pie, pues tiene
el poder de hacerlo. Pero no, no lo hace, Se
queda conmigo y me da el poder de custodiarlo. No mira por “Su bien”, sino por
el mío. ¡Qué ejemplo de entrega total y absoluta!
Donación
total
Sí,
Jesús Eucaristía es auténtica donación; Se nos da a todos y hasta las últimas
consecuencias. Quiere morar en mi interior a pesar de mis inmundicias e
infidelidades. Es más, es a causa de mis inmundicias e infidelidades que quiere
morar en mí. Mi miseria llama a Su Misericordia. Él quiere sanarme,
purificarme, fortalecerme, amarme. A mí y a cada ser humano; no hay excepción,
Él está al alcance de todos. Luego es
cierto que hay ciertas pautas para acceder a Él legítimamente, pero, aunque
muchos se salten esas pautas, Él no deja de estar ahí. Lo soporta todo con
paciencia y mansedumbre.
Paciencia
¡Bendita
paciencia la de Jesús Eucaristía! Paciencia no solo en el momento de la
Comunión, sino también en el momento pos-Comunión
y en los Sagrarios. Cuántas veces lo comulgo para luego, recién terminada la
misa, olvidarme completamente de que Dios mismo mora en mí. Si le diera el valor que le corresponde, me recogería al menos
durante un buen rato y no me pondría a cotorrear en seguida con mis hermanos.
Y ahí está Él, soportando con amor y paciencia el ser relegado a un segundo
plano, soportando mi ingratitud e indiferencia. Ahí está también
permanentemente en el Sagrario, día y noche, ávido de mi compañía, soportando
en muchas ocasiones la soledad porque Sus amadas criaturas no vamos a verle,
soportando también mis faltas de respeto, aguantando mi corazón alejado porque
tengo la mente en otro lugar. Pero ahí permanece El que todo lo excusa, El que
todo lo cree, El que todo lo espera, El que todo lo soporta... Él tiene la
paciencia y la esperanza del que espera en humildad.
Humildad
y mansedumbre
¿Qué
mayor muestra de humildad y mansedumbre que cada uno de los ejemplos
anteriores? Sin embargo, por si fuera poco, aún hay más. Él―lo más grande de
este mundo―para darme ejemplo, decide
hacerse presente en lo más simple y frágil: el Pan. Y no se contenta con
eso, sino que, encima―humillándose hasta el extremo―se somete a los humanos y obedece al sacerdote para llegar hasta mí.
¡Dios obedeciendo a Su criatura! ¡El Resucitado todavía Se humilla ante
nosotros!
Madre,
enséñame a amar, valorar, respetar y adorar a Jesús Eucaristía. Que Él se
convierta en el centro y fuerza de mi vida. Haz de mí un alma dócil para
dejarme transformar por Él y en Él, y así ser capaz de llevar Su amor a los
demás. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
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Oración
Rezar un misterio del rosario (un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
La Oveja
Guerrera
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