Meditación 17: Jesús en el Huerto de los Olivos



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En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

. Escucha, Israel:

«Así pues, sed humildes bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce en su momento. Descargad en él todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros. Sed sobrios, velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra comunidad fraternal en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos. Y el Dios de toda gracia que os ha llamado a su gloria eterna en Cristo Jesús, después de sufrir un poco, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá y os consolidará. Suyo es el poder por los siglos. Amén» (1 Pe 5, 6-10).

. Mensaje de María «Reina de la Paz» en Medjugorje

“Queridos hijos, hoy también deseo invitaros a la oración y al abandono total de Dios. Sabed que os amo y que es por amor por lo que he venido aquí; para mostraros el camino de la paz y de la salvación de vuestras almas. Deseo que me obedezcáis y que no permitáis que Satanás os seduzca. Queridos hijos, Satanás es fuerte y por eso pido vuestras oraciones y que me las ofrezcáis por aquellos que están bajo su influencia, para que se salven. Dad testimonio con vuestras vidas y ofreced vuestras vidas por la salvación del mundo. Estoy con vosotros y os doy las gracias. En el Cielo recibiréis del Padre la recompensa que Él os ha prometido. Por eso, hijos míos, no os preocupéis. Si vosotros oráis, Satanás no podrá hacer nada contra vosotros porque vosotros sois hijos de Dios, y Él tiene Su Mirada puesta en vosotros. ¡Orad! Que el rosario esté siempre en vuestras manos como signo para Satanás de que vosotros me pertenecéis. Gracias por haber respondido a mi llamada” (25 febrero 1988).

. Meditación

Ya ha comenzado la Hora. Jesús está triste hasta la muerte y necesita a sus amigos cerca. Aun en este momento de angustia extrema, no se encierra en Sí mismo; quiere vivirlo en comunidad, con algunos de Sus más allegados. Y para compartir esa intimidad con tres de Sus escogidos, no le importa mostrar Su vulnerabilidad. No deja paso al orgullo, no trata de hacerse el fuerte, deja Su alma al descubierto. Y es que el amor no es únicamente cuidar, sino también dejarse cuidar; es reconocer y mostrar sin miedo la propia debilidad para permitir que el otro te fortalezca en nombre de Dios. El amor se da por entero, en los buenos momentos y en los malos.

Por otro lado, Él sabe lo peligroso que es aislarse cuando la tristeza y el miedo te invaden, ya que el diablo aprovecha ese estado de extrema fragilidad para tomar ventaja. Jesús sabe lo importante que es “hacer equipo” siempre, pues si a uno solo pueden vencerle, dos juntos resistirán. «Una cuerda de tres cabos no es fácil de romper»” (Ecl 4, 12). Así que, en un acto de humildad, les pide a Sus amigos que velen con Él. Necesita que lo compañen desde el silencio y la oración.

Pero el “cabo” principal es el Padre, Él es Quien sostiene todo, así que Jesús se retira a unos cincuenta pasos para refugiarse y descargar todo Su agobio en Él. Puede parecer contradictorio; como si uno, apoyándose enteramente en Dios, no tuviera que tener el apoyo humano o viceversa. Y sin embargo, Jesús requiere a Sus amigos y a la vez se refugia enteramente en Su Padre. ¿Cómo es eso posible? Porque Sus amigos no son algo ajeno a Él; en la Última Cena se ha hecho uno con ellos. No importa si está unos pasos más allá, la distancia física no significa nada, todos ellos son uno. Por lo tanto, todos, en comunión, se sostienen en el Padre como una persona sola. Cada uno se vuelca en Dios como un todo.

Pienso entonces en los otros Apóstoles. ¿Por qué no están presentes? Y lo cierto es que sí que están presentes, porque también son uno con Él. Sin embargo, Jesús ha escogido a Pedro, Santiago y Juan para una mayor intimidad porque son los únicos que están preparados para verlo en ese estado de agonía sin peligro de que pierdan la fe. Y es que ellos ya lo han visto en Su gloria con anterioridad. Así que ahí están, amándose y encontrándose en el Padre, ofreciendo los sufrimientos; ellos por Jesús y Jesús por ellos y toda la humanidad. Todos por todos, como un solo todo.

Sin embargo, en su fragilidad, no son capaces de velar con Jesús por mucho tiempo y se quedan dormidos a causa de la tristeza. Y Jesús sufre aun más al sentirse solo. Pero en lugar de dejarse abatir por un pensamiento de abandono, se refugia con más fuerza en Su Padre y ora con más intensidad. Por dos veces le pide que lo libre de todo lo que está padeciendo y de todo lo que le queda por padecer. Y esto, que puede parecer un traspiés por Su parte, no es más que una confianza absoluta en Aquel que todo lo puede. El Enemigo, que está constantemente al acecho, continúa ensañándose con Él, ahora con más fiereza que antes: lo estruja, lo oprime brutalmente hasta el extremo para hacerle caer, pensando que―tras esa petición―tiene una victoria asegurada. Pero Jesús, por cada una de las veces que formula esa súplica, añade: «Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». Esa confianza y abandono en Su Padre tiene su recompensa: el diablo es derrotado y Dios Le consuela por medio de un ángel.

Madre, enséñame a salir de mí mismo y a pensar en el sufrimiento de mis hermanos. Que mi vida sea una continua oración y ofrenda por todos aquellos que pasan por mis mismas pruebas. Ayúdame a confiar enteramente en el Padre y a esperar en Él. No permitas que Satanás me seduzca ni que me refugie en cosas que no me llevan a Dios. Enséñame a aceptar siempre Su Voluntad. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

. Oración

Rezar un misterio del rosario (un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).


La Oveja Guerrera
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