Meditación 23: La Ascensión del Señor
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En el Nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Escucha, Israel
«Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por
vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que
viene de lo alto». Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos,
los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia
el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran
alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios» (Lucas 24, 49-53).
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Mensaje de María «Reina de la Paz» en Medjugorje
“Queridos hijos, hoy
estoy muy feliz porque hay muchos de vosotros que deseáis consagraros a mí. ¡Os
lo agradezco! No estáis equivocados. Mi Hijo Jesucristo quiere concederos, a
través de mí, gracias particulares. Mi Hijo está contento por vuestra
consagración a Mí. Gracias por haber respondido a mi llamada” (17 de mayo de
1984).
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Meditación
Antes de morir, Jesús
me dejó como sublime Herencia la
Eucaristía―es decir, Él Mismo―y a Su
Inmaculada Madre. Ahora, en Su gloria, antes de subir al Padre me promete Su Espíritu. No se guarda nada para Sí, me lo da absolutamente todo.
Se dice que el Espíritu
Santo no se puede resistir a las almas que se asemejan a María, y que ahí donde
encuentra un alma semejante a Ella, se derrama en profusión y concede las
mayores gracias en honor a Su Esposa. Dentro de unos días me consagraré a
nuestra Madre; no por interés ni por superstición, sino por amor a Jesús. Para
imitarlo y amarlo más perfectamente. Yo quiero introducirme en el seno de María
y nacer de nuevo en Ella para que, al comulgar la Eucaristía, el Niño Dios se
sienta a gusto y en casa. Quiero ser semejante a María para que el Espíritu
Santo, que mora permanentemente en mí, habite en las mayores dulzuras. Para
ello, debo consagrarme en espíritu y en verdad. No es suficiente con hacer una preparación y recitar una fórmula,
sino que debo ponerme con determinación en Sus manos de Madre y, a imitación de
Jesús, no reservarme nada para mí. Debo también poner en práctica y
fortalecerme en sus virtudes: Humildad, amor a Dios y al prójimo, fe,
esperanza, pureza, pobreza, obediencia, paciencia, prudencia, oración continua,
mortificación, etc. Antes de obrar,
conviene que piense: “¿qué haría María en
mi lugar?” y actuar después en consecuencia.
Madre, qué gran regalo
me ha dado Dios contigo; ¿cómo puedo devolver tanto bien? Dicen que “Amor con amor se paga”, así que yo, como
prenda de mi profundo agradecimiento, a
partir de mi consagración y hasta el fin de mis días me comprometo a rezar
diariamente el Rosario, tejiendo así una corona diaria de flores que
refleje que vosotros sois mis Reyes. Te pido que me ayudes a llevarlo a cabo y
que jamás permitas que me puedan la pereza, el descuido, la indiferencia, o la
ociosad. Por Jesucristo, tú Hijo, nuestro Señor. Amén.
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Oración
Rezar un misterio del
Rosario (un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
La Oveja Guerrera
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