Meditación 39: Acción de gracias
Bendice, alma mía, al
Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no
olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus
enfermedades; él rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus días, y como un águila se renueva tu juventud. El Señor
hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y
sus hazañas a los hijos de Israel. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia. No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como
merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. Como se levanta el
cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre los que lo temen; como dista
el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. Como un padre
siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que lo temen;
porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. Los días del
hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo, que el viento la
roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla. Pero la misericordia del
Señor dura desde siempre y por siempre, para aquellos que lo temen; su justicia
pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza y recitan y cumplen sus
mandatos. El Señor puso en el cielo su trono, su soberanía gobierna el
universo. Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus
órdenes, prontos a la voz de su palabra. Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos. Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo
lugar de su imperio. ¡Bendice, alma mía, al Señor! (Salmo 103).